El guardián del Índico
Fuente: lavozdeasturias.es
Cenit lleva dos años defendiendo a los atuneros en alta mar
Rodolfo Cenit, a bordo del buque Felipe Ruano. LVA
12/02/2012 00:00 / Carolina García Oviedo
El peligro puede surgir en cualquier latitud. Desde que los piratas somalíes han extendido el radio de sus ataques hasta una distancia de cientos de millas de la costa, los vigilantes que protegen a los pesqueros españoles que faenan en el Índico no conocen la tranquilidad. Pasan cuatro meses seguidos en tensión mientras vigilan en alta mar. “En dos años hemos tenido dos percances. En una ocasión sufrimos un ataque, pero conseguimos repelerlo y salió bien. Nos persiguieron, porque huimos cuando detectamos la presencia de los piratas y tuvimos que disparar a la superficie del agua. En la otra ocasión, fuimos defendidos por otro barco español”. Así lo cuenta Rodolfo Cenit, un catalán de nacimiento y vecino de Llanera tras casarse con una asturiana, que lleva dos años defendiendo a los atuneros españoles en alta mar.
Es el jefe del equipo de seguridad del buque Felipe Ruano, un atunero vasco con base en Bermeo. Tiene 77 metros de eslora y 13,5 de manga en los que conviven 30 personas. Aunque desde hace unos meses las noticias de los ataques de los piratas no tienen tanto hueco en los medios, Cenit asegura que la actividad continúa en el mismo nivel que cuando acaparaba los informativos: “Los clanes que manejan la piratería existen, pero también es cierto que ha tenido mucha repercusión la presencia de equipos de protección sobre la flota española”.
Detectar la presencia de otros barcos no es difícil. Las modernas embarcaciones están preparadas para anticipar a una distancia de 30 millas la aproximación de otro buque. El problema es identificar si es hostil o pacífico. Eso no se puede saber hasta que se acerca mucho. Por eso la vigilancia continua, 24 horas al día, es fundamental. “Nuestra tarea es defendernos. Para combatir están las fuerzas armadas. Nosotros protegemos”. Y así lo sienten los pescadores. Cenit asegura que, en muchas ocasiones, le han trasladado lo tranquilos que se sienten desde que navegan con ellos los vigilantes. “Nos han dicho que, si dejamos de protegerlos, no van a venir a faenar. Eso es muy reconfortante”, asegura.
Los vigilantes forman equipos de tres o cuatro personas, todas con experiencia militar, y realizan por turnos las tareas de vigilancia. Nunca quitan la vista del horizonte. Trabajan tres horas seguidas y descansan nueve. El momento con más tensión coincide con el de la faena, porque el Felipe Ruano se queda inmóvil y con los motores parados, lo que aumenta su indefensión porque no le permitiría huir de un ataque. En esos momentos, duplican la vigilancia. Un escolta se coloca en la zona del radar y otro en la cofa, que es la zona más alta del barco, a unos 20 metros de altura, y vigila con prismáticos. Pero nunca se han sentido solos. La colaboración con los barcos de la Armada que participan en la Operación Atalanta, puesta en marcha por la Unión Europa para proteger la navegación, es completa. Los militares custodian toda la zona comprendida entre Yemen, la costa de Somalia y las islas Seychelles. “La colaboración es mucha y muy buena”, explica Cenit. El protocolo funciona. “Cada vez que tenemos un avistamiento sospechoso lo comunicamos a la empresa. El capitán avisa al mando naval y, automáticamente, en minutos, se distribuye el mensaje a todos los barcos de la zona”, relata.
Los piratas lo tienen todo perdido en una vida sin concesiones. “Van a lo que van. Y lo hacen armados. No vienen a tomar el café”, señala. A la hora de atacar, tienen dos tipos de tácticas. Dos años en alta mar ayudan a conocerlas. Cuando actúan desde la costa de Somalia, se alejan de tierra hasta 200 millas y atacan con esquifes (una pequeñas embarcaciones, casi pateras, de seis a doce metros de longitud y con un motor de gran potencia). En otras ocasiones, llegan en buques pequeños, secuestrados previamente, con dos esquifes a bordo y mayor autonomía: alcanza las 700 millas. En ese caso, navegan sin revelar sus intenciones y, cuando ven un objetivo, lanzan uno o los dos equipos. A veces incluso utilizan grandes barcos mercantes y petroleros. La labor de Cenit y de sus compañeros es la proteger. Nunca combatir. “Vamos bien armados. No le puedo decir con qué, pero para protegernos es suficiente”, dice con discreción.
Cenit -que trabaja para Seguribérica, empresa que tiene la concesión de los buques españoles-prefiere no valorar sobre si se debe o no abonar rescates a los piratas en los casos de secuestros de personas. “Nosotros estamos para impedir el abordaje. La legalidad española prohíbe el pago de rescates por actos de piratería o secuestro. Como en Francia. El Reino Unido, en cambio, sí lo permite”, expone.
El próximo viernes recorrerá el camino inverso al de hace dos meses. Volverá a aguas del Índico, donde le espera la tripulación del Felipe Ruano. Durante otros cuatro meses protegerá a los pescadores. Además de una situación que conlleva mucha dedicación, trabajar y vivir en el mismo lugar no ayuda a desconectar. “Se puede vivir, porque todos tenemos preparación y hemos sido seleccionados por nuestro currículum”. Lo complicado es estar cuatro meses sin ver a su familia. Al otro lado, sabe que su mujer no lo lleva muy bien. “Pero sabe que vive con un vigilante de seguridad. Y dada la situación laboral y económica, hay que trabajar. Si además es por los intereses de tu país, eso es mucho”. Cenit defiende su trabajo porque es “útil y bueno para los intereses económicos del país”. “La empresa está haciendo que el servicio sea el de las mejores condiciones y el Ministerio de Defensa está haciendo esfuerzos para mejorar nuestras condiciones”.
De regreso a Somalia, Rodolfo Cenit recibirá un premio por su trayectoria durante estos dos años. “Me siento muy honrado por este galardón. Hay personas que se lo merecen más que yo porque yo me limité a hacer mi trabajo”. El premio lo recogerá su mujer, el próximo día 24 en Langreo. Cenit estará entonces velando por la seguridad de los pescadores en el océano.