La otra
amenaza de los escoltas
La gran mayoría de los
escoltas que protegieron a los amenazados por ETA se ha convertido en parados
de larga duración que rondan los servicios de beneficencia.
Ante las escasas posibilidades de
reciclarse, reclaman al Ejecutivo que cumpla su promesa y les emplee como
vigilantes de seguridad privada del perímetro exterior de los centros
penitenciarios.
El Gobierno de Rajoy dice ahora que ese
"compromiso específico" del que hablan los escoltas no fue tal, sino
que era "una declaración de intenciones".
Fuente:
eldiario.es – Norte - Natalia González de Uriarte 27/02/2015
Las
empresas de seguridad engendraron en tiempos de máxima amenaza de ETA un
ejército de escoltas que desembarcó, principalmente, en Euskadi y Navarra. Su misión, proteger día
y noche a los amenazados, era prioritaria e imprescindible. Ahora, tras más de tres
años del cese definitivo de la violencia de la organización terrorista, los
servicios de estos guardaespaldas ya no son necesarios. Y, como consecuencia
del fin de la violencia, el sector está sobredimensionado con 37.215 personas
en España con licencia para desempeñar tareas de vigilancia. La recolocación de
estos trabajadores en paro en los perímetros de vigilancia de las prisiones
anunciada por el Gobierno de Mariano Rajoy es lenta y según los afectados, y en
esto coinciden diversos movimientos y asociaciones consultadas, prácticamente
inexistente.
La gran
mayoría de los escoltas que protegieron la vida de cargos públicos,
periodistas, jueces, empresarios, etc., engrosa la lista de parados de larga
duración. Muchos están a punto de perder sus prestaciones y son usuarios
habituales de los servicios de Cáritas. Ahora son ellos los que se sienten
desprotegidos. Lo peor, no saben con qué armas combatir esta situación. Sus
credenciales habituales, un intenso adiestramiento en desactivación de
explosivos, en defensa personal o conducción evasiva, ahora ya no sirven.
En los
años más duros de la violencia llegaron a ser 3.800 los que operaban en Euskadi
y Navarra. Desde que ETA anunció el fin de la violencia, se ha ido retirando la
protección de forma progresiva a los amenazados. Todos han emprendido una nueva
vida. Los protegidos continúan sus carreras políticas y profesionales, esas que
no se vieron forzadas a dejar gracias al apoyo, entre otros, de escoltas y
estos por su parte, deben emprender una nueva etapa profesional ahora que ya no
custodian Euskadi y Navarra. En ese camino son ellos los que ahora se
encuentran ahora desamparados y desorientados.
"He
tirado muchos años por la borda"
Rondan
una edad difícil, entre los 40 y 50 años, y sus trayectorias suscitan rechazo,
según sus relatos, una reacción que se
torna incluso, en ocasiones, en desprecio. “No voy a esconder que he trabajado
de escolta, he dedicado mi vida a ello, aunque ocultarlo sería lo conveniente para
darme alguna oportunidad en puestos ajenos a esta profesión. De carretillero,
de camionero de materias peligrosas, de chófer… Me he ofrecido para cualquier
actividad, pero ha sido inútil. Todos torcían el morro cuando conocían mi
historial. Por eso volví a mi tierra. Y ahora, aquí, lo que doy, es pena”.
Este
escolta de 49 años y que prefiere no desvelar su identidad, rehace su vida en
Cádiz después de proteger a parlamentarios socialistas y populares durante casi
una década y sin contar con las bendiciones de su familia. “No compartían mi
decisión, pero yo en aquel momento sentí que era la adecuada. Sentí que aquí se
me necesitaba. Ahora me arrepiento. Me siento utilizado y engañado. He tirado
por la borda muchos años. Otros compañeros que rechazaron venir a Euskadi de
escolta y apostaron por hacer carrera como instructores, ahora conservan su
puesto y tienen el futuro garantizado. Yo no sé qué voy a hacer cuando se me
acabe la prestación”, confiesa este hombre que cobra 420 euros para hacer
frente a una hipoteca de 500 y con cuatro hijos. Él, como el resto del
colectivo, reclama que el Gobierno, como prometió, les recoloque en las
cárceles, pero esta promesa no acaba de cumplirse.
"Nosotros
sí hemos cumplido. Los políticos, no"
Bajo
esa reivindicación común se constituyó un colectivo que se hace llamar Las
sombras olvidadas de Euskadi. Son 160 afiliados a este asociación. Su
vicepresidente, Mario Zas, asegura que no pararán hasta que el Gobierno cumpla
lo pactado. No descartan iniciar movilizaciones para dejarse oír. “Los que sí
hemos cumplido somos los escoltas. Nuestro pacto de confidencialidad sigue
intacto. Todos conocemos mucho sobre la vida de nuestros protegidos pero
nuestros labios están y estarán sellados para siempre porque somos hombres de
palabra. No se puede decir lo mismo de los políticos. No han hecho nada por
nosotros. Sí han movido ficha por las empresas de seguridad en compensación por
los contratos perdidos con la protección de los amenazados. Pero no por
nosotros. Nos han abandonado a nuestra suerte”, lamenta Zas. El Gobierno ha
adjudicado a varias empresas contratos para extender la vigilancia privada al
perímetro exterior de las cárceles, pero las empresas no han reclutado a los
escoltas para cubrir esos puestos. “No les han obligado a hacerlo y tiene
fórmulas a su alcance. Podían a ver incluido cláusulas en los pliegos de
condiciones”, sugiere el vicepresidente del colectivo.
Demasiada
formación
Otro
escolta que responde al nombre de Juan Luis manifiesta abiertamente que
malviven. “En mi entorno conozco casos de compañeros que están a meses de que
le expropien por no poder hacer frente a los gastos de la vivienda y de la
manutención de los hijos”. Juan Luis alterna un trabajo de 12 horas al mes en
un estadio de fútbol, junto a otro de otras tantas como vigilante en una
discoteca. “De vez en cuando, como tengo el título de instructor, me sale
alguna clase. Pero poco más”, reconoce resignado. Este profesional no entiende
como estando España en un nivel de alerta por amenazas yihadistas se reduce la
plantilla destinada a la seguridad en ciertos servicios públicos o en los
transportes. “El Gobierno debería reactivar esta actividad. Los escoltas
estamos sobradamente preparados para abordar este cometido porque la gran
mayoría tenemos una formación específica”.
Es
precisamente esa cualificación la que a veces les perjudica. “Los mandos
intermedios de las empresas de seguridad están menos preparados que nosotros y
son reacios a contratar personal que les supera en formación. Por otra parte
nos rechazan porque estamos demasiado preparados para estar 24 horas quietos en
una garita de seguridad de las cárceles”, dicen desde Sombras Olvidadas de
Euskadi. Denuncian que las condiciones de esos servicios son en muchos casos
“lamentables e incluso infrahumanas”. Hablan de turnos de guardia sin relevo
para poder ir al baño y otras irregularidades. No obstante, nadie les ha dado
opción a negociarlas porque insisten que nadie les ha ofrecido esos puestos.
Según
los datos ofrecidos por el propio Ministerio de Interior el pasado mes de enero
en respuesta a una pregunta del PSOE, 81 escoltas han sido compensados con esta
salida, una cifra insignificante cuando han llegado a ser 3.800. El Gobierno
utiliza ese escrito para matizar que ese “compromiso específico” del que hablan
los escoltas no fue tal, sino que era “una declaración de intenciones”.