Lavacolla sufre robos e intrusiones por falta de vigilancia privada
La nueva
terminal mantiene la misma seguridad pese a que triplica su superfie
La nueva terminal de Lavacolla, que se
estrenó en octubre tras una inversión de 270 millones de euros, mantiene el
mismo número de vigilantes de seguridad privada que la vieja a pesar de que la
superficie disponible en su primera fase de explotación, 65.000 metros
cuadrados, triplica la existente. Es lo que admite su gestor, Aeropuertos
Españoles y Navegación Aérea (Aena), pero la central sindical CIG denuncia que
las horas diarias de vigilancia se han reducido. Frente a las 164 horas diarias
—equivalente al trabajo de 20 vigilantes— ahora el personal de seguridad
privada cubre 149 horas, atendiendo a las cifras del sindicato. Es decir, ocho
trabajadores en los turnos de mañana y tarde y dos para la noche, pese a ser un
aeropuerto abierto las 24 horas y de segunda categoría, con más de dos millones
de viajeros. Estos vigilantes, contratados por la empresa Eulen, se encargan
del control de los arcos de acceso al área de embarque, el control de zonas
restringidas y la vigilancia del perímetro del recinto, mientras que la policía
nacional se encarga de la parte de acceso libre y la Guardia Civil de las áreas
sensibles.
En los
últimos meses se han producido incidentes dentro del recinto recogidos en los
partes de los vigilantes, como pudo comprobar este periódico. Se trata de robos
en las instalaciones del antiguo Aeroclub, que reconoce Aena, o “sabotajes” en
las vallas que cierran su perímetro y que el sindicato alerta que son sensibles
para la seguridad. El gestor aeroportuario confirma que sí hubo accesos sin
autorización en zonas que no están dentro del vallado —como el aeroclub,
puntualizan— y que no son críticos para la seguridad del aeropuerto. Es decir,
que sí se han producido intromisiones en “los terrenos” de Lavacolla, pero no
en las zonas sensibles, puntualiza Aena.
La seguridad privada del aeropuerto
varía según las horas del día y las zonas por las que se acceda a las áreas
restringidas. La denuncia de la CIG especifica que cuatro personas deben
atender cada arco de control de acceso a la zona de embarque —dos para el arco,
uno de cada sexo, uno la máquina de rayos X y otro la del calzado— para cumplir
con el protocolo, pero que en los momentos de mucha afluencia de pasajeros
llegan a estar cinco vigilantes para atender tres arcos, dos máquinas de
radioscopia y otras dos de calzado. “En cualquier otro aeropuerto de la misma
categoría para realizar el mismo trabajo habría 12 personas”, apunta el
sindicato. La situación se agrava a partir de las once de la noche porque un
vigilante atiende a “18 monitores con 300 cámaras, 428 alarmas y 154 puertas de
acceso” a pesar de que también tiene que controlar los arcos de acceso. El otro
trabajador nocturno se encarga de la zona restringida, por la que entran
empresas de suministro o mercancías y personal autorizado, a la pista,
hangares, torre de control o el depósito de queroseno. Su custodia, afirman, se
hace durante algunas horas con una cámara. “La insólita situación solo está
ocurriendo en el aeropuerto de Santiago, en cualquier control de acceso de
vehículos y personas no aeroportuario de la ciudad hay como mínimo dos
vigilantes”, apuntan.
El sindicato se dirigió por carta al
director del aeropuerto, Luis Rey, al que culpan junto a su jefe de seguridad,
Manuel Iglesias, de no atender “a la gravedad del problema”.
Un
edificio nuevo que no se adecua a los meteorólogos
Para la terminal vieja de Lavacolla se están
pensado utilidades. La compañía irlandesa Ryanair la quiere para montar una
base en Galicia y así se lo ha propuesto al Ayuntamiento, el PSOE pidió montar
un centro de exposiciones e incluso se habló de hacer pistas de pádel. En
teoría, el organismo gestor Aena, dependiente del Ministerio de Fomento, iba a
abrir un concurso de ideas —que ya anunciaron antes incluso de estrenar la
nueva terminal— para buscarle utilidad, pero lleva ocho meses casi vacía. Casi,
porque allí siguen, eses mismos ocho meses, los trabajadores encargados de los
partes meteorológicos, fundamentales para los pilotos. Aena explica que su
traslado al nuevo edificio está pendiente de que se adecuen sus estancias en la
nueva terminal, pendientes de ajusten en materia de “prevención de riesgos
laborales”.
La central sindical CIG denuncia sin embargo que,
pese a la millonaria inversión de la nueva terminal que asciende a 270 millones
de euros, el nuevo edificio no está adaptado para los trabajadores de
meteorología. El problema es que no tienen la visión necesaria de la pista del
aeropuerto y que su trabajo no se puede hacer con cámaras que están a la
intemperie y se empañan y mojan con las inclemencias del tiempo.
El recorte de efectivos de seguridad privada llega
también a los controladores aéreos, para los que “no hay” seguridad desde el 31
de mayo. La CIG denuncia que los cinco vigilantes que se encargaban de 64
cámaras y 200 alarmas de incendios, ya no están en ese puesto y la torre de
control, que también se construyó una para jubilar la vieja, se vigila por
medio de cámaras.