Lo peor que ha pasado en el sector, tanto por su alcance como por el origen, ha sido, sin lugar a
dudas, el suicidio del compañero de ESABE – Pepe- llevado por la
desesperación ante la precariedad de su situación económica motivada por muchos
meses de impagos de nóminas. Diez meses para ser exactos. ¿Cuántos de nosotros
podría resistir tanto? …Una vergüenza que se podía pensar propia de otras
latitudes, aunque no por ello, menos execrable.
Pese
a que algunos clamamos en el desierto por
lo que supone esta “práctica” de la empresa de Juan Prados Pino, en tanto
en cuanto, no significa otra cosa que someter a los vigilantes a un daño
económico y psicológico de graves consecuencias, hasta el momento, parece que
“nadie” tiene lo que hay que tener para dar el corte a este escándalo. Así las
cosas, hemos topado, una y otra vez, con la indolencia del Ministerio del
Interior, con la indiferencia interesada del resto de la Administración
-principal cliente de ESABE-, y con el desinterés de la patronal de
seguridad privada.
Con
instituciones débiles y
con políticos “neoliberales” de escasa conciencia social, para los que la ley
tiene un único artículo,- el ya conocido “sálvese quien pueda”-, la alegre
conducta del “empresario” Juan Prados sólo responde a un claro síntoma: hasta
donde hemos dejado crecer el “todo vale” del mercado de la seguridad privada, a
pesar de que, a diario, vemos cómo se está haciendo menguar todos los derechos
básicos de los trabajadores a la par de la calidad del servicio contratado…
La
tragedia de Pepe podía haberse evitado. Eso
es lo lamentable. Con unas mínimas exigencias a la hora de la contratación de
la seguridad. Por eso se dirigió una carta al Ministro del Interior, Fernández
Díaz, el pasado agosto. Para que diera el paso al frente e hiciera lo que
tiene que hacer frente a las “irregularidades” de ESABE ya que es él, y no
otro, quien tiene todas las competencias sobre la seguridad privada.
Y,
aunque se suele decir que es en los fracasos donde más se aprende, parece ser que, el
Sr. Ministro, se ha puesto orejeras y no hay nadie que le cambie el paso. Precisamente,
en estos momentos en que los políticos, y todo lo que les rodea, están en el
punto de mira de una sociedad demasiado cabreada para aguantar más “ligerezas”,
es cuando hace falta que el Ministro del Interior tome nota de la
temperatura, actúe en consecuencia y de ejemplo de transparencia, de
coherencia. En definitiva, que dé la cara frente al sector y nos cuente a los
85.000 vigilantes cómo pretende prevenir y sancionar conductas como las del
empresario Juan Prados que son definidas como delitos por la ley y que se ha cobrado ya la vida de un
trabajador. Sobre todo, que nos
explique cómo se ha llegado a este punto.
Pero,
por si la ineficacia del Ministerio del Interior no fuese suficiente,
viene además, chapoteando en el fango de ESABE,
el mismísimo Ministerio del Trabajo para dar la ultima estocada. Me
refiero, al anuncio del BOE donde se comunica que ha sido infructuosa la
notificación de sanción a la empresa de Juan Prados Pino por “desconocer”
la domiciliación fiscal de Esabe ¿¿¿??? Algo no cuadra. Tantos años trabajando
los vigilantes de Esabe a las puertas de la Inspección de Trabajo ¿no son
demasiados para descubrir de pronto que la dirección de la empresa de seguridad
contratada es desconocida para la Inspección? Sólo una reflexión: ¿Cómo vamos a
superar la crisis si todos somos así de tontos?
Está
claro que, cuando no te tomas en
serio a los trabajadores, suceden cosas tan surrealistas como esta… una
bofetada en la mejilla (ya bastante dolorida) de una plantilla que trabaja
por algo más que por pura vocación…Porque, a estas alturas, el asunto
tiene trazas de que los únicos que tienen derecho a percibir su sueldo a final
de mes, son los ministros y aledaños. Y eso, que es evidente, que la política
tiene una componente vocacional bastante gruesa…será que la vida está llena de
contradicciones.
Desde
luego, aunque a estas alturas
ESABE es prácticamente la hebra deshecha de un ligamento roto, no debemos
olvidar todos los responsables de que la impunidad con que actuan sus
directivos tiene y tenía muchas vertientes…Sobre todo, para que la
historia no se repita con SEQUOR. Por ejemplo, aquellos sindicalistas que
juraban y perjuraban que ESABE pagaba sagradamente a la plantilla ante
las denuncias de los compañeros de CCOO en los Juzgados e Inspección de Trabajo
con el único fin de dar oxígeno a la empresa… ¿pueden ahora dormir
tranquilos? ¿Pueden aguantar mirarse al espejo sin vomitar? Si siempre se ha
sentido recompensados por el esfuerzo continuado, a la hora de mentir estos
“representantes de los trabajadores” han batido todos los records
imaginables, por lo tanto, ¿cuál habrá sido la recompensa?
En
cualquier caso, sabemos que lo
que los vigilantes necesitamos en estos tiempos tan jodidos, es que se abra una
puerta de esperanza. Que alguien detenga el rodillo de los escándalos
empresariales que nos deja la sensación de que el futuro es aún más negro y
peligroso que el presente. Por ello, el aliento al cuello del Ministro del
Interior es para insistir que se ejerza control sobre las empresas que navegan
en la ilegalidad a cargo de los bolsillos de los vigilantes.
Porque
la situación es tan grave que, tarde o temprano, se llevará por delante a todos
los que trabajamos en el sector, por lo tanto, ¿ No está tardando una gran
movilización de la seguridad privada frente al Ministerio del Interior,
convocada por todos, sin distinción de siglas?.
Aquí
la alternativa es clara:
podemos seguir callados, mirando como el sector cae infinitamente, o
podemos tomar conciencia de que todos debemos exigir una salida que nos
permita recuperar la esperanza y mirar de frente el futuro.
Compañeros, nadie puede permanecer al margen de
lo que está sucediendo en Esabe y Sequor. Es la indecencia llevada a su
máxima expresión. Hay que pedir el justo castigo contra la perversión
empresarial que se ha cobrado la vida de un vigilante. No podemos abrazar la
tesis empresarial mayoritaria de que el suicidio es un asunto privado y que no
tiene nada que ver con la empresa pues, según ellos, no gestionan ni la emoción
ni los trastornos psíquicos, sino números y objetivos que alcanzar. No actuar a
partir de ahora significaría que todos somos, en realidad, culpables del
desgraciado suicidio del compañero de Sevilla. Es abandonar, nuevamente, a un
compañero que hizo lo que pudo por cumplir con el peor servicio que nos
podamos imaginar. Es abandonar nuestra propia suerte en manos de empresarios
sin escrúpulos.