UNO DE LOS
EMPLEOS MENOS AGRADECIDOS
Los vigilantes de seguridad hablan y cuentan lo que nunca dicen: sus 5
problemas
Cada vez
abundan más, pero la imagen que tenemos de ellos suelen ser bastante mala. Muy
pocos se han atrevido a preguntarse por los problemas que sufren cada día
Fuente: elconfidencial.com - 18.04.2016 - HÉCTOR G. BARNÉS
Hasta el nombre con el que solemos conocerlos suena
despectivo. “Segurata”, en lugar de guardia o vigilante de seguridad. Se trata,
sin ninguna duda, de uno de los sectores profesionales que peor consideración
tienen entre la sociedad, entre sus compañeros, entre sus contratantes y entre
sus clientes. Para los policías, son unos esbirros de las empresas privadas que
les han arrebatado parte de su poder; para la mayor parte de la gente, el brazo
blando de la ley, falsas figuras de autoridad cuyo trabajo lo podría hacer
cualquiera.
En definitiva, señala una nueva investigación
publicada en el 'European Journal of Criminology', pocos sectores encajan mejor
que el del agente de seguridad en la definición de “trabajo sucio”. Como
explica “Doing 'dirty work': Stigma and esteem in the private security
industry”, es uno de los trabajos más estigmatizados, en cuanto que la suciedad
de su trabajo abarca tres dimensiones: es una suciedad física (a menudo deben
interactuar con personas peligrosas en situaciones de peligro), sociales
(porque “necesitan comportarse de una forma servil con sus empleados y
clientes”) y moral (porque su sector los percibe como una vergüenza para la
profesión).
Es innegable que es cada vez más común que en los
Estados democráticos modernos, las agencias de seguridad privadas cumplan parte
del rol que en el pasado era detentado por la policía. Sin embargo, y como
recuerda la investigación, “la industria de la seguridad privada opera en un
contexto en el que la gente aún espera que la seguridad sea proporcionada por
el Estado”. En esa situación, los vigilantes privados son los encargados de
llevar a cabo el trabajo sucio que el sector público no quiere o piensa que no
le incumbe realizar.
Los investigadores descubrieron que las conclusiones
de dos trabajos diferentes realizados en Suecia y en Inglaterra tenían muchos
puntos en común. Fuesen los agentes de seguridad británicos que trabajaban en
un centro comercial o en unos estudios de televisión o los suecos que guardaban
el cuartel de policía y se preocupaban de que no se 'okupasen' edificios
vacíos, sus preocupaciones eran universales. Y, en muchos casos, pasaban por el
desprecio que supone provenir de ocupaciones “mal pagadas, de clase
trabajadora”.
¿De qué sirve mi trabajo?
Uno de los participantes recuerda que su compañera
Agnes no podía dejar de pensar en “la gran diferencia entre trabajar como
policía o en seguridad”, especialmente en lo que concierne a la actitud de la
gente.
“Me he vendido, simplemente hago el trabajo por el que
el cliente ha pagado” era la frase que repetía una y otra vez. Muy a menudo,
asegura el estudio, los vigilantes de seguridad tienen la sensación de que su
rol no es proteger a la gente, sino las propiedades de sus clientes. Algo que
se acentúa cuando la empresa les exige “mirar hacia otro lado” cuando, por
ejemplo, ven a un camello enfrente del centro comercial que protegen, ya que
deben limitarse a aquello por lo que le han contratado.
Por otra parte, muchos tienen la sensación de que ni
ellos ni su empresa son capaces de proporcionar el servicio por el que les
pagan: “Adapt Security engaña a los clientes cuando dice que 'responde a las
alertas de robo'. No se trata de arrestarlos. Solo vas a asegurarte de que el
daño no sea aún más grave”. En respuesta, muchos de ellos hacen más de lo que
se les exige para cumplir tanto las expectativas del cliente como las suyas
propias: “Una percepción adicional es que la industria de la seguridad es moralmente
dudosa porque vende una ilusión de seguridad”.
Me miran de arriba abajo
Es algo que hemos visto en incontables situaciones.
Una persona, no necesariamente anciana, se acerca a un agente de seguridad y le
pregunta dónde están las latas de tomate, los rollos de papel higiénico o los
congelados. Ocurre continuamente, y es algo que hace que se les lleven los
demonios. No sólo eso, sino que también les confunden con trabajadores del
parking o encargados de información.
“Una señora se ha acercado a Hussain preguntándole por
ropa de mujer, moda europea en concreto, y le ha preguntado dónde está la
tienda”, explica uno de los testimonios. “Otra le hace una pregunta: '¿eres de
seguridad o de información?' Hussain, como la mayoría de sus colegas, sonríe y
le responde de la manera estipulada: '¿cómo puedo ayudarle, señora?'”
Eso, en el mejor de los casos. En el peor, no dejan de
recibir muestras de desprecio, ya que “el trabajo de seguridad es considerado
por algunos como de baja cualificación y trivial, un empleo que no requiere
ninguna formación y que por lo tanto es adecuado para los inútiles”. Cuando la
seguridad privada externalizada debe rivalizar con la interna, como ocurría en
el centro comercial Fantastical Shopping, estos últimos desprecian a los
primeros como “leprosos”, el término que utilizaban para referirse a ellos.
A veces, simplemente, se les agrede. “Los agentes de
seguridad del estudio sueco reportaron incidentes donde no solo habían sido
amenazados, sino que les habían arrojado objetos, habían reventado los
neumáticos de sus coches y habían roto las ventanillas”. Hay una historia
particularmente sangrante, en la que los vigilantes desarmados de una fábrica
cerrada fueron atacados por varios drogadictos; uno de ellos fue alcanzado en
el pecho por un dardo. La policía, por su parte, solo entraba en grupos de tres
y armados, una diferencia de criterio que le llevó a quejarse a sus superiores.
Ilegalidad e inmoralidad: el pan nuestro
Ser agente de seguridad implica, entre otras cosas,
alternar con gente peligrosa o de entornos desfavorecidos: prostitutas
callejeras y sus clientes, yonkis, borrachos… En concreto, señala el estudio,
controlar la prostitución “invoca sentimientos de peligro, disgusto y
fascinación”. Uno de los trabajadores, por ejemplo, explica cómo las
prostitutas utilizaban el garaje donde trabajaba para acostarse con sus
clientes. Su compañera Agnes le explicó “una vez que había pillado a una
prostituta y a su cliente en mitad del acto, y más tarde cuando abandonaba el
garaje, el hombre se cruzó en su camino forzándola a dar un volantazo y
estrellándose. Estaba convencida de que este comportamiento tenía como objetivo
asustarla y que no informase a la policía”.
Otro párrafo define bien la naturaleza del peligro al
que algunos han de enfrentarse: “En la reunión Tony pasa por el conjunto más
reciente de imágenes dando información sobre cada persona. La mayoría son de
violadores. Tony empieza con los de 'riesgo bajo' y termina con los de 'riesgo
alto'. Señalando a una imagen, explica: 'Esta es de aquí. Vive en el barrio y
toma drogas. Se sabe que es agresiva con la policía y la seguridad: los
escupe'. Cogiendo otra, dice: 'Esta tiene problemas mentales. Se mete las manos
en las bragas, hurga ahí y te pone las manos en la cara. Nadie quiere tocarla”.
En muchas ocasiones, no obstante, los agentes de
seguridad intentan ganarse la confianza de estos personajes. A veces,
deshaciéndose de los elementos que harían desconfiar (“los guantes negros, la
porra, las esposas”); otras, ofreciéndoles su protección.
Hay que servir a alguien
¿Para quién trabaja un agente de seguridad? En
realidad, para muchas personas que para más inri, tienen diferentes intereses y
exigencias: sus superiores, sus clientes y otras fuerzas de seguridad. Aunque
lo que coincide en todos los casos es que deben centrarse en servir al cliente,
especialmente a un nivel emocional: “Deben sonreír o ser educados y suaves
durante las interacciones”. Como explica un agente de seguridad de la
productora Entertainment Studios, “debes sonreír las 24 horas de los siete días
de la semana y no siempre te apetece, especialmente cuando te quedan 12 horas
por delante”.
Otro explica que, cuando sus superiores muestran
ejemplos de excelencia en el mundo de la seguridad, esta se define de la
siguiente manera: “Los agentes deben ayudar en todo momento, dando direcciones
correctas e información exacta a los clientes que pregunten, y terminar cada
encuentro de la manera prevista, sobre todo a través de las siguientes dos
frases: '¿Hay algo más que pueda hacer por usted, señor o señora?' y 'Tenga un
buen día'”. Cuando lo escucha, uno de los 'seguratas', Milo, responde “sí,
cuando alguien te escupe, tienes que ofrecerle te y pasteles”.
Este es uno de los aspectos más deprimentes del
trabajo, especialmente para aquellos que se esperaban algo más de acción. “A la
mayor parte de los recién llegados se les asigna un trabajo de bajo estatus que
no requiera mucho del agente, como sentarse en una silla”. En muchos casos, lo
importante es que estén ahí para dar apariencia de “seguridad y orden”, sin dar
demasiado la nota, puesto que ello “puede ser malo para los negocios”.
No uses tu criterio. Limítate a seguir las reglas
Algo a lo que hay que añadir los previsibles abusos
laborales, como la compañía que multa a sus trabajadores si no se presentan al
menos 10 minutos antes de que empiece su turno. Además de, como es previsible,
que toda iniciativa personal sea amputada, lo que resulta en sentimientos de
frustración y degradación: como explica Kigali, que dejó pasar al edificio a un
tipo que no tenía pase y que le amenazó porque iba a llegar tarde a una reunión
(y que en realidad era un inspector): “Me preguntaron '¿por qué le dejaste
entrar?' Le respondí que 'porque llegaba tarde y utilicé mi criterio'. Me
dijeron: 'No uses tu criterio. Limítate a seguir las reglas'”.
Los desprecios son habituales, como le ocurre a uno de
los agentes de seguridad de la comisaría, que fue respondido con mala gana por
dos abogados a los que les pidió la identificación. “Siempre son así”, explica
en el estudio. “Ya sabes, son abogados, piensan '¿tú, jovencito, me vas a dar
lecciones?'”
Somos buena gente
Un ambiente tan opresivo provoca, lógicamente, que los
agentes de seguridad diseñen inconscientemente diversas estrategias para hacer
el ingrato trabajo más llevadero. Muchos de ellos intentan explicarse por qué
terminaron ahí, generalmente después de ser despedidos de otros trabajos mal
pagados y de bajo nivel. Así que es habitual que hablen de sus sueños de
futuro, tanto dentro como fuera de la industria; por lo general, no se sienten
“definidos por su trabajo como agentes de seguridad”.
En otros casos, les gusta compararse con sus
compañeros para recordar que no cualquiera sirve para el puesto. Milo, por
ejemplo, dice “no sé por qué la gente piensa que los agentes de seguridad son
tontos. Había un artículo en 'News of the World' que decía que somos estúpidos.
¿Por qué? Tenemos contables y estudiantes entre nosotros”. Otro de ellos, por
ejemplo, recuerda que “hay muchos que han trabajado durante quince años y aún
no valen”.
Muchos agentes de seguridad se identifican con figuras
paternas. Uno de ellos, por ejemplo, explica que “somos como papá: cuidamos del
edificio y de la gente en él. Nos aseguramos de que todo está bien”. Otro
asegura que sabe cuándo los mendigos del edificio que protege están mal: “Nunca
miro por encima del hombro a esa gente, los respeto a todos mientras ellos me
respeten. Llevas uniforme y te sientes como su padre. Se comportan como críos”.
Y, en algunos casos, les gusta comparar su trabajo con el de los policías, con
el que comparten muchas de sus contrapartidas, pero muy pocas de las
ventajas.
Nota del Blog:
El artículo original se basa en dos estudios etnográficos, uno realizado en Suecia y
otro en Reino Unido, en las Universidades de Gotemburgo ( Suecia ) y Oxford y
Manchester ( Reino Unido ).