“En el
tren me han llegado a agredir con intención de matarme”
- El fin de semana pasado un compañero suyo perdió un ojo tras una agresión sufrida en el estadio del Atlético de Madrid.
- Él sigue de baja tras recibir una lluvia de piedras en la estación de tren de Villabona.
- “Carecemos de autoridad y sale muy barato llevarnos por delante”, asegura el vigilante.
Fuente:
noticiasdegipuzkoa.com/ JORGE NAPAL – 26/11/2017
DONOSTIA
- Los vigilantes de seguridad no atraviesan su mejor momento. José Luis
González está más que harto. Seguirá escayolado unos 40 días, por no hablar de
las secuelas psicológicas que le deja cada agresión. “Tengo una fractura en un
hueso del dedo, junto al tendón. Es una lesión aparatosa. Todo me ocurrió por
intentar evitar el impacto de una de las piedras que me lanzaron”, cuenta este
cántabro que trabaja desde hace ocho años como vigilante de Seguridad en la
línea de cercanías de Gipuzkoa. “La violencia se ha desatado en los últimos
tres años. Carecemos de autoridad y no somos respetados. Agredirnos sale muy
barato”, denuncia.
¿Cuándo
empezaron las agresiones?
-Siempre
han existido, pero se han recrudecido durante los últimos tres años. La más violenta
tuvo lugar en julio del año pasado, cuando un chico al que habíamos expulsado
del tren por viajar sin billete se tomó la justicia por su mano. Cogió el
siguiente tren con la idea de agredirnos, y vaya si lo hizo. Guardó una piedra
de dos kilos en el gorro de una sudadera y nos la lanzó mediante una especie de
lazo. Nada más abrirse la puerta del tren, sin previo aviso y por sorpresa, me
golpeó con ella en la cabeza. Es el mayor susto que me he llevado. En aquella
agresión en el tren hubo una clara intención de matarme, de llevarme por
delante.
¿Qué
secuelas le dejó?
-Una
cicatriz enorme en la cabeza. Sufrí un traumatismo craneoencefálico y me
quedaron secuelas psicológicas de las que tardé días en recuperarme. Estuve con
una ansiedad terrible. Todavía no se ha celebrado el juicio por estos hechos y,
entretanto, he coincidido con el agresor en dos ocasiones en la estación de
Renteria. Incluso ha tenido las agallas de dirigirse a mí, diciéndome a ver si
me acordaba de él. Es una de las principales razones por las cuales nos
quejamos, por la lentitud de la Justicia y el hecho de que no haya ningún tipo
de medida preventiva para protegernos.
¿Ha
habido más agresiones?
-Ha
habido otras muchas. En otra ocasión me pincharon con un objeto punzante tipo
destornillador. La última fue la del 25 octubre, cuando al compañero y a mí nos
arrojaron piedras desde las vías. Aquello fue el remate. Me rompieron un dedo y
me abrieron otra brecha en la cabeza, que sangró abundantemente. No había
manera de controlar la hemorragia y la espera hasta que llegó la ambulancia fue
muy angustiosa, la verdad. Ocurrió en la estación de tren de Villabona.
¿Ha
sido la última agresión?
En mi
caso sí, pero desde entonces hasta ahora ha habido otra agresión a un compañero
en Errenteria. Le dieron un puñetazo sin previo aviso, pero consiguió
recuperarse y reducir al agresor. Al parecer, el atacante fue un recluso de
Martutene con antecedentes por asesinato que está en tercer grado. También ha
habido otros encontronazos en la estación de Hernani-centro, cuando un viajero
cogió varias piedras y amenazó con lanzárselas a los compañeros.
¿Cómo
es posible trabajar en esas condiciones?
-En
realidad, el vigilante de seguridad carece de autoridad y no somos respetados
como puede serlo la Ertzain-tza o cualquier otro cuerpo policial. Es muy barato
agredirnos por ese motivo. No existe en estos casos el temor que puede suscitar
atacar a un agente de la autoridad, que es mayor delito. Así, hay personas que
te pueden sacar una navaja, sin miedo a las consecuencias. En muchos casos
vemos que son menores, que incluso se retan entre sí a ver quién le echa más
huevos para enfrentarse al vigilante, con lo que se ganan el respeto del resto.
¿Esa
es una opinión suya o es algo que han podido constatar?
-Es una
opinión mía. Intento buscar un motivo. Vemos que provienen de familias
desestructuradas y no tienen la educación de quien ha ido a la escuela.
¿Ahora
está trabajando?
-Sigo
de baja. Estaré escayolado unos 40 días. Tengo una fractura en un hueso del
dedo, junto al tendón. Es una lesión aparatosa y hay que evitar que el tendón
mueva el pedazo de hueso astillado y sea necesario operar. Todo me ocurrió por
intentar parar uno de los impactos de las piedras que me lanzaron.
¿Le
compensa seguir trabajando en esas condiciones?
-Si no
fuera por necesidad, yo creo que en este trabajo no estaríamos ninguno. He
visto pasar a muchísima gente en los ocho años que llevo aquí. De algunos ya no
me acuerdo. Hay dos gallegos, había uno de Madrid que lo ha dejado ya. Somos
tres de Cantabria, uno de Cádiz, otro de Granada... La mitad de la plantilla
somos de fuera. La crisis nos ha traído aquí, hemos buscado trabajo y hemos
llegado a donde nadie quiere, en concreto, al servicio de vigilancia de Renfe
en Gipuzkoa.
¿Y que
tiene Gipuzkoa para ser un destino tan poco apetecible?
-Por lo
que vemos, en las grandes urbes hay usuarios habituales mientras que aquí son
muchos viajeros de paso, en una zona transfronteriza, lo que traza un perfil de
viajero muy concreto.
De
modo que actualmente son agentes de seguridad que se sienten inseguros...
-Así
es. Los recortes también han tenido mucho que ver. La dotación que tiene un
agente de seguridad es una porra de goma que se dobla y que cuando la utilizas
para defenderte solo pica, ni siquiera duele. Los grilletes que utilizamos son
de una calidad que parecen de juguete. Esas son nuestras armas para
enfrentarnos a gente que está dispuesta a todo. En algunos servicios estamos
solos. ¿Qué podemos hacer cuando tres chicos se te enfrentan? Generalmente,
recibir una paliza. Pedimos unos medios para podernos defender y afrontar estas
situaciones, como por ejemplo chalecos antipinchazos o spray. Además, hace falta
una protección jurídica porque nos vemos desamparados. Las denuncias las
tenemos que poner a nivel personal. Cuando me han agredido, mi compañero y yo
hemos tenido que ir a poner la denuncia ante la Ertzaintza en nuestro tiempo
libre, sin cobrar.
¿Es un
trabajo al menos bien remunerado?
-Sin
meter horas extra cobras poco más de 900 euros. De hecho, en el convenio que
acabamos de firmar apenas se ha mejorado en ese aspecto. Han firmado una subida
vergonzosa del 2%, y vamos a seguir sin poder llegar a un sueldo base de 1.000
euros. Dependemos de las horas extra para llegar a fin de mes. De baja lo
pasamos económicamente muy mal.