El
‘burnout’ toma peso en la lista de dolencias de la OMS
El síndrome del trabajador
quemado se sitúa en problemas asociados al empleo
Fuente:
elpais.com/JESSICA MOUZO QUINTÁNS/28 MAY 2019
El síndrome del trabajador quemado
(burnout) figurará en la próxima Clasificación Internacional de
Enfermedades (CIE-11) de la Organización Mundial de la Salud (OMS) como un problema asociado al empleo o al
desempleo.
Este
trastorno, asociado al estrés crónico en el trabajo, ya estaba en la anterior
edición del catálogo (de 1990), pero en un epígrafe más inconcreto (problemas
relacionados con dificultad en el control de la vida).
Los expertos apuntan a que este cambio
dará visibilidad a la dolencia y, al estar vinculado a un problema en el
trabajo, también facilitará la gestión de bajas e incapacidades. La nueva
clasificación entrará en vigor en 2022.
El
síndrome de desgaste emocional, como se cita en la nueva clasificación, está
asociado al estrés crónico en el trabajo, se caracteriza por una
despersonalización de las tareas, un desgaste emocional y físico, y bajo
rendimiento. Los expertos estiman que el burnout afecta al 10% de los
trabajadores y, en sus formas más graves, a entre el 2% y el 5%.
“Cuando
ves este síndrome, en términos clínicos ya aparece también en personas con
ansiedad y depresión. Pero la diferencia es que los síntomas del burnout son de
menor intensidad y se atribuyen al tema del trabajo”, explica
el doctor Antoni Bulbena, director de docencia e investigación del Instituto de
Neuropsiquiatría y Adicciones del Hospital del Mar. Los profesionales coinciden
en que este trastorno afecta más a trabajadores que tienen empleos relacionados
con la atención a las personas. Por ejemplo, médicos, enfermeras, cuidadores no
profesionales o funcionarios de prisiones. “Es un proceso más que una
patología. Se da en personas muy comprometidas con su trabajo, que se implican.
Es un proceso que suele tardar entre cinco y ocho años. Los síntomas son el
desgaste emocional, el deterioro cognitivo y la indolencia y la
despersonalización”, sintetiza el doctor Pedro R. Gil-Monte, catedrático de
Psicología Social en la Universidad de Valencia y experto en este trastorno.
Gil-Monte
aclara que lo más común es el perfil de afectados que responden con
indiferencia a su trabajo como fórmula para protegerse contra el desgaste
emocional. Sin embargo, apunta, “algunos desarrollan un sentimiento de culpa
que les lleva a implicarse más en el trabajo y es la pescadilla que se muerde
la cola. Son los que acaban con más deterioro psicológico”.
Los
expertos aseguran que el cambio de la OMS ayudará a visibilizar el burnout y
reducir el potencial infradiagnóstico que existe. “Esto hará que se le haga más
caso, se atienda mejor y se preste atención a factores psicosociales del
trabajo, sostiene Antonio Cano, presidente de la Sociedad Española para el
Estudio de la Ansiedad y la Depresión.
En España, el burnout no es una
enfermedad profesional, pero hay sentencias que lo reconocen como un accidente
de trabajo. “Queda pendiente el tema legislativo. En España hay que
modificar la legislación y que se incorpore dentro de las enfermedades
profesionales”, apunta José Navarro, del departamento de Psicologia Social de
la Universidad de Barcelona. “Nos facilitará el trabajo pero no nos evitará los
juicios. Este cambio servirá para que los médicos diagnostiquen más”, concreta
Marta Barrena, abogada del Colectiu Ronda.