El personal
de seguridad de Metro Bilbao denuncia que sufren cuatro ataques cada semana
El 80% de las
agresiones graves acaban en baja laboral
Fuente: ccaa.elpais.com ANDONI
ORRANTIA Bilbao 8 JUL 2012
Manu tiene 38
años. Desde hace tres es vigilante en el metro de Bilbao. Los sábados su
jornada comienza a las 11 de la noche y termina a las ocho de la mañana del
domingo. Forma parte de los casi cien vigilantes que diariamente velan por la
seguridad de los usuarios en las instalaciones del suburbano. “Es un trabajo
muy tenso y más si en alguna ocasión has tenido algún altercado”, advierte.
Hasta el año
pasado, la seguridad del metro era competencia de tres empresas. En la
actualidad, la gestionan Prosegur y Sabico, cada una línea. En el primer caso
supervisan la que abarca Santurtzi-Basauri. En el segundo, la que va desde
Lutxana hasta Plentzia. Entre semana las patrullas se hacen individualmente, el
fin de semana dependiendo en qué estación, por parejas. Y es aquí donde llega
su primera demanda. “Muchas veces nos vemos indefensos, es nuestra palabra
frente a la del denunciante. Hace falta más personal. Las supervisiones de 20
minutos que dedicamos a cada estación para comprobar que todo está bien son
escasas”, sostiene el comité de empresa.
Todavía están
recientes los hechos ocurridos la madrugada del pasado lunes en las paradas de Sopelana
y Aiboa, donde dos vigilantes fueron agredidos por dos jóvenes de 16 y 31 años
respectivamente. Uno, por mediar en una discusión. El otro, por evitar el robo
de un bolso a una mujer. “Las agresiones casi siempre empiezan de modo verbal,
después el individuo pasa a la acción. Es raro que te vengan y te peguen
directamente”, matiza un portavoz del comité. Según los datos a los que ha
tenido acceso EL PAÍS, cada semana se enfrentan de media a cuatro agresiones.
De hecho, las estadísticas constatan que el 80% de los ataques graves conlleva
una baja laboral. Sólo una de las dos empresas encargadas de la seguridad
registró el año pasado un 14% más de bajas que en 2010. Metro
Bilbao prefiere no entrar en cifras e insiste en que los
episodios graves son aislados. “Estamos ante uno de los medios más seguros del
Estado y además en la última encuesta, los clientes valoraron la seguridad con
un 8,5 sobre diez”, afirman.
Según los
datos, el detonante de los ataques es muy variado y va desde quien se salta el
acceso porque no quiere pagar billete hasta quien orina en las vías. Por su
parte, las zonas más calientes, como las denominan en su argot los vigilantes,
son Casco Viejo, Abando, Barakaldo, Berango y Bolueta. Estas últimas por la
presencia de discotecas. Las horas más críticas; de cuatro y media de la
madrugada a siete de la mañana. “Los fines de semana son peores y ahora en
verano más”, enfatizan los vigilantes. Y es que tienen muy claro en su
calendario las dos épocas del año. “De junio a septiembre, la Margen Derecha es
más peligrosa por las fiestas; en invierno, la Margen Izquierda y Bilbao”,
aseguran. En cuanto al perfil del agresor, está muy determinado; adolescentes
alcoholizados tras una noche de fiesta o inmigrantes. Según los vigilantes, es
muy difícil encontrar reincidentes. En el último año se han dado dos casos; uno
fue el de Bijan Alizadeh, el joven iraní de 31 años que en noviembre de 2011
acabó con la vida de un jubilado en Santutxu e hirió a siete personas más.
“Durante varios meses fue muy conflictivo. Saltó a las vías en Bolueta, se cayó
por un túnel, le tuvimos que desalojar a la fuerza de un vagón…”, recuerdan
desde el comité. El otro, el de un indigente magrebí de 18 años con hasta 50
detenciones en Bilbao, antecedentes penales por agresión con arma blanca y
abusos sexuales, que mordía a los vigilantes y que en la actualidad no se le
puede juzgar por estar en paradero desconocido. “Les conminas a que no hagan lo
que están haciendo pero no te hacen caso y es cuando tienes que dar aviso al
supervisor de que alguien no cuenta con billete y es cuando te agreden”, relata
Manu.
No están solos.
Los vigilantes están comunicados entre ellos por un sistema de voz denominado
Tetra. “Antes era peor, funcionábamos con teléfonos móviles, en zonas que a
veces no había cobertura y sin saldo”, denuncia el comité. “En la actualidad,
el escenario ha cambiado”, reconocen. Además, el circuito cerrado que conforman
las centenares de cámaras de seguridad con las que cuenta Metro Bilbao, dan
testimonio de casi todo lo que sucede en su interior. Es la principal prueba
que poseen los vigilantes que se ven envueltos en agresiones durante su jornada
laboral aunque hay ángulos muertos. El documento junto con el testimonio del
supervisor es tenido en cuenta por el juez como prueba. “No obstante, es
necesaria la unificación de la defensa; es decir, no puede darse como ahora que
en los juicios, Metro lleve su abogado y el vigilante el suyo. No existe
comunicación”, desvela el comité.
No todos los
ataques se denuncian. El 90% de los físicos acaba en juicio por la vía penal.
En caso de resultar condenado, el agresor paga la multa si antes no se declara
insolvente. Si pierde el vigilante (ocurre en un 5% de los casos), es la
empresa la que se hace cargo o bien éste quien debe abonar de su bolsillo
sanciones de hasta 600 euros.
Hasta la fecha las sentencias han sido muy
variadas, desde la multa hasta la cárcel y en algunos casos el problema es el
tiempo. “Hay procesos que se pueden alargar mucho porque los imputados no
tienen un domicilio fijo donde remitir su citación”, destaca el abogado Hugo
Sánchez, que lleva causas de este tipo desde hace cuatro años. Sólo de una de
las dos empresas de vigilancia a la que asiste, recibe al año alrededor de 50
casos. Uno de los últimos más graves, una agresión que tuvo lugar en la
estación del Casco Viejo en mayo de 2008 y que terminó con dos de los
vigilantes atendidos en el hospital y con un tercero herido en la cara. La
sentencia dictada recientemente condenaba a los cuatro jóvenes a una pena cada
uno de 3 años de prisión y una indemnización de entre 2.400 y 14.400 euros. El
origen de la trifulca; la falta de billete.
“¿Que nos maten como en Cataluña?”
ANDONI ORRANTIA Bilbao 8 JUL 2012
Cada vigilante
cuenta para reducir a un agresor con unas esposas, una porra de 50 centímetros
y guantes anti-corte; la última adquisición aunque se encuentran en
negociaciones para incorporar chalecos anti-corte que minimicen ataques con
arma blanca. Todo ello está contemplado en la Ley de Seguridad Privada, la
misma que les da potestad para pedir a un viajero su billete si existen
sospechas de que carece de él, a identificarle, a detenerle o a proteger las
instalaciones. Pero se fijan en Cataluña donde tras la muerte en abril del año
pasado de un vigilante de Renfe después de una pelea con un viajero que no
tenía billete, la Generalitat reformó el articulado de la Ley de Seguridad y
asignó el estatuto de agente de la autoridad pública, al igual que mossos o
policías locales, a los vigilantes del metro y el tren. Los sindicatos entonces
pidieron más personal y formación. Algo a lo que se suman sus compañeros en
Bilbao. Para Txema García, de UGT, “esta es una reivindicación que llevamos
planteando desde hace cuatro años pero que en la actualidad se encuentra en vía
muerta. ¿Hace falta que nos maten como en Cataluña?. En el metro el supervisor
tiene categoría de agente de la autoridad como un ertzaina; pues
nosotros pedimos la equiparación”, añade.
La media de edad de los vigilantes oscila
entre los 35 y los 45 años aunque siendo minoritario hay personal que la
supera. Todos pasan por cursos de formación. 20 horas obligatorias al año
aunque algunos —los que menos— optan por recibir más de forma privada. La
última vez fue en mayo. Lo hicieron de la mano de la Asociación de Formación y
Estudios Policiales (AFEP). Asistieron hasta 15 profesionales. Sobre la mesa la
necesidad de conocer mejor el entorno donde se trabaja y los procedimientos más
adecuados para intervenir. En la actualidad, esta entidad mantiene contactos
con las empresas encargadas de la seguridad para aumentar la formación.