domingo, 5 de mayo de 2013

Lo que se intenta colar en los Juzgados


TRIBUNALES | Un completo 'arsenal'
Pistolas, tenedores, una serpiente pitón... Lo que se intenta 'colar' en los juicios

Fuente: elmundo.es - 05/05/2013

La anécdota es prácticamente imbatible. Una señora cruza la puerta de los juzgados de Plaza de Castilla, el decrépito edificio frente al célebre taladro de Santiago Calatrava. La mujer, anciana, se topa con el control de seguridad. Se encoge de hombros. Uno de los vigilantes se dirige a ella:

–Señora, por favor, pase por el escáner.

Así que la mujer, ni corta ni perezosa, se arremanga la falda... Y cuando los vigilantes se dan cuenta, en vez de pasar bajo el arco detector de metales, ya está casi subida al túnel desde el que se controlan los equipajes y bolsos.

–¡No, mujer, bájese de ahí! Por aquí, por el arco...

Pero es que, además de comedia, también hay 'thriller' a la puerta de los juzgados más famosos de España. Por ejemplo «aquel día que, hacia las dos de la tarde, casi cerrando, aparece un chaval muy nervioso, con una bolsa de deporte», explica Á., 18 años como capo de la seguridad del edificio.

«El vigilante la pasa por el túnel y ve dentro lo que parece ser una pistola. Simplemente mira a un compañero y, sólo por la forma de mirar, el otro ya aparta la bolsa». Dentro, un revólver cargado. En el segundo piso, el padre del chaval, pidiendo, en ese mismo momento, una orden de alejamiento de él. «Y antes de venir había quemado la casa, según nos dijeron».

Y no faltan episodios, cómo decir, más de aventura: un tipo llega desde Alicante a un juicio con una bolsa «bastante grande». Un vigilante le ayuda a pasarla por el túnel, y se da cuenta de que pesa «una barbaridad... y que incluso se mueve». La pasan por el escáner y dentro parece haber «un bicho enorme». Abren la bolsa. En su interior, enroscada, una serpiente pitón de cuatro metros de longitud.

«Aquel día alguno de los de seguridad lo pasó verdaderamente mal. Todos se llevaron la mano a la pistola, alguno hasta salió corriendo. El tipo ni siquiera traía la documentación que obligatoriamente tenía que traer... Además, la bolsa era súper sofisticada, con un sistema de calor para el bicho... Un cuadro, vamos».

Así de dura es la guerra diaria en los juzgados de Plaza de Castilla, un alucinante zoológico humano en el que tienen que poner orden, como buenamente pueden, Á. y su, de media, treintena de subalternos.

Nada (o casi) se mueve en los juzgados madrileños sin que ellos lo sepan. Mientras hablamos, llaman de una sala: una mujer se ha tirado al suelo, quejándose de que le está dando un infarto, y el juez, que más bien ve tácticas dilatorias, ordena sacarla de la sala.

«Así estamos, todos los días alguien monta alguna», dice el jefe mientras muestra, en su despacho en la planta baja, la prueba palpable de la batalla de cada día: un mural/arsenal que perfectamente podría amenizar alguna escena de la película 'Pulp fiction'.

Lo componen decenas de cuchillos, tenedores, navajas de mariposa, pistolas, puños americanos y hasta un bisturí, todo ello confiscado a los 5.000 visitantes diarios de media: la cifra, brutal, equivale a 1.300.000 potenciales peligros cada año.