Los vigilantes de Metro y Renfe, hartos de
agresiones: "Nos pegan para divertirse"
Los trabajadores de seguridad privada del transporte público denuncian
los golpes e insultos que reciben cada vez más a menudo. Les faltan medios y
reconocimiento social
Fuente: elconfidencial.com/ Maria Zuil/04/09/2018
Hace dos semanas, Juan Fernández se disponía a
cerrar la estación de Cercanías de Alcorcón Central como cada día mientras su
compañero acababa de desalojar los andenes. Cuando estaba a punto de bajar la
verja, un encapuchado se abalanzó sobre él con una barra de hierro, le propinó
varios golpes por todo el cuerpo, se subió a una furgoneta y se fue.
Desde entonces, este vigilante de seguridad está de
baja. El morado que todavía tiene en las costillas se ha sumado al histórico de
agresiones que recita de carrerilla: “Una muñeca rota, dos puñaladas, un
botellazo, palos, tirarme por las escaleras...”, cuenta el trabajador de
aspecto corpulento pero que prefiere no salir en fotografías por miedo a
represalias.
Con la crisis, las empresas han retirado las
armas a los vigilantes y han recortado en personal
Junto a él asiente Daniel Alonso, también vigilante
en Cercanías. “A mí una vez me clavaron un tenedor”, confiesa. “Cada vez va a
peor, te puede tocar en cualquier momento. Puede ser que haya fiestas y la
tomen contigo, o que estés un jueves tranquilo, te vengan cuatro grafiteros y
te den una paliza”, añade Fernández.
Luis Maroto también es vigilante, pero del metro, y
tampoco vio venir una de sus últimas agresiones: “Iba con una compañera que
mandó levantarse del suelo a un grupo y me dieron una paliza a mí. Casi me
matan, estaba desangrándome y la gente encima animando”.
Los vigilantes de seguridad privada de Renfe y Metro
de Madrid denuncian que se encuentran cada vez más indefensos ante las
agresiones de los pasajeros. Aunque siempre han estado presentes, en los
últimos años han visto cómo los golpes e insultos se multiplicaban. “Las
agresiones son continuas, hay alguna todos los fines de semana, pero de unos
años a esta parte, muchísimo más”, explica Valle Sanz, delegada sindical de UGT
y trabajadora de Metro. También ella ha sufrido agresiones. “Un pasajero me
pegó un puñetazo y me rompió dos costillas. Porque había un inspector, y otro
compañero, que si llego a estar sola no sé qué habría pasado... Y eso que era
un domingo a las 10 de la mañana”.
Me encuentro que están golpeando las máquinas o
robando y ¿qué hago, les tiro la defensa? ¿Les insulto a ver si les
desmoralizo?
Denuncian que los recortes les han despojado de las
herramientas de defensa o intimidación con las que minimizaban y evitaban las
agresiones. Por ejemplo, desde hace tres años ya no llevan revólver, y parte
del equipo de defensa deben costearlo de su propio bolsillo, como los guantes
anticortes. “No es lo mismo entrar a una estación a oscuras, que no sabes lo
que vas a encontrar, con un revólver que sin nada. Yo me he encontrado que
están golpeando las máquinas o robando, y ¿qué hago, les tiro la defensa
[porra]? ¿Les insulto a ver si les desmoralizo?”, se pregunta Fernández, que
lleva 19 años trabajando en Renfe.
Profesionalizar el sector
Los sindicatos reclaman que se regule mejor su
actividad de cara a la aprobación del futuro Reglamento de Seguridad Privada,
un texto en trámite de alegaciones que pretende profesionalizar la actividad en
todo el territorio y evitar el intrusismo. Entre otras propuestas, han pedido
que se incluya que los vigilantes vayan siempre de dos en dos, como trabajan
los agentes de policía, y poder así hacer frente a los grupos de borrachos o
violentos con los que se encuentran a diario.
También piden que su equipación esté regulada y no
quede al capricho de las distintas empresas para las que trabajan, al revés de
lo que ocurre por ejemplo en Barcelona, donde los vigilantes del metro sí deben
llevar obligatoriamente chalecos anticorte (para evitar agresiones con arma
blanca). Con la crisis, apuntan CCOO y UGT, las empresas contratadas para
ejercer el servicio de vigilancia, como Trablisa, Segurisa, Prosegur o Ariete,
han ido recortando en personal y equipación para hacer sus ofertas más
atractivas en los concursos públicos.
En el caso del metro, por ejemplo, la plantilla se
ha reducido en un tercio en los últimos años, lo que obliga a los vigilantes a
acudir solos cuando hay un aviso, o hacer la ruta sin un compañero en muchas
ocasiones. Por eso, desde los sindicatos señalan también a las empresas
públicas, que consideran deben asegurarse de que las condiciones de trabajo son
dignas “porque al final en quien repercute es en los trabajadores”, señala
Maroto. “Cogen la más barata y se desentienden, porque para ellos solo somos un
número”.
Sin embargo, desde Metro aclaran que no han
registrado un aumento de las agresiones a vigilantes más allá de lo que “por
desgracia es habitual” y que en los contratos se establecen las condiciones que
Metro necesita en materia de seguridad en cada momento, sancionando a la
empresa contratada si las incumple. Desde Renfe sí reconocen un “ligero
aumento” en las agresiones a sus vigilantes, debido sobre todo al crecimiento
en el número de viajeros, que ha aumentado un 6% en el primer semestre de 2018
respecto al mismo periodo del año pasado. “Suele tratarse de pequeñas
agresiones, no temas graves, sobre todo de gente que va sin billete, porque
tienen que obligarles a bajar”, aclaran sobre los 43 incidentes que registraron
en Madrid durante 2017.
Desprecio social
Los vigilantes de seguridad apuntan otra razón sobre
el aumento de las agresiones: la pérdida de autoridad que a nivel legislativo y
social han ido sufriendo paulatinamente con los años. Desde la ley Corcuera,
que les quitó el rango de 'agente de la autoridad' en 1994, una agresión a un
vigilante ya no se resuelve mediante un juicio penal, si no civil, como con
cualquier otro ciudadano. “Un interventor, con una libreta en la mano, sí es un
agente de la autoridad porque necesita poder pedir documentación para poner la
multa”, se queja Fernández. “Pero yo, que soy el que se tiene que enfrentar a
la gente que no lleva billete, al que se ha colado, no tengo ese rango”.
No somos una piñata a la que pueden pegar. ¡Como no
tengo nada que hacer, voy a pegar al vigilante!
Denuncian además que al tratarse de un juicio civil,
en el que la acusación suele ser recíproca entre vigilante y pasajero, los
segundos suelen declararse insolventes y no pagan las indemnizaciones, mientras
que a ellos les retienen el dinero de su nómina, lo que también repercute en
más agresiones. “Han visto que sale gratis y han perdido el miedo”, señala
Maroto.
“Gente buscando bronca siempre ha habido, pero era
distinto. Ahora te llega un idiota y te insulta sobre tu aspecto físico y no
pasa nada, porque no hay ninguna autoridad”, se lamenta Fernández. “La imagen
general de la ciudadanía es que somos enemigos, te ven con uniforme y piensan
que estamos aquí para pegar y coaccionar su libertad. Y estamos para proteger a
la gente, no somos una piñata a la que pueden pegar. ¡Como no tengo nada que
hacer, voy a pegar al vigilante!”.
“En Móstoles, los vigilantes tuvieron que salir
corriendo durante las fiestas porque un grupo de gente iba detrás de ellos para
pegarles. Eran parte de la fiesta”, añade Maroto. “Ahora, cuando ponen policías
de refuerzo, ya no pasa ni media, ni se cuela nadie”, continúa.
Como ejemplo de la desconsideración que se tiene con
su profesión, señalan un hecho ilustrativo. En los atentados de Atocha, los
vigilantes de Renfe fueron los primeros en bajar a los andenes y atender a las
víctimas. Sin embargo, fueron los últimos en ser condecorados, después de
policías, bomberos y los miembros del Samur.
Juan muestra la cicatriz de otra agresión que sufrió
hace unos años. (M. Z.)
Juan muestra la cicatriz de otra agresión que sufrió
hace unos años. (M. Z.)
Además, señalan la incongruencia de que los cuerpos
de seguridad busquen su colaboración, por ejemplo, cuando se ha intensificado
la alerta terrorista, como pasó en 2015, cuando Policía y Guardia Civil se
reunieron con empresas de seguridad privada para coordinarse en labores de
vigilancia y prevención. “Seguimos ahora mismo en alerta 4 por terrorismo y
seguimos yendo con lo puesto”, apunta Sanz, de UGT.
Denuncian también que sus empresas no cumplen con
las horas de formación que deben hacer obligatoriamente, o que son del todo
ineficientes. “La Ley de Seguridad nos manda que tenemos que tener 20 horas de
formación, pero las empresas firman como que han recibido los cursos y no los
reciben”, afirma Ángel García, del equipo de dirección del sector de seguridad
de UGT.
En cuanto a las zonas más calientes de las
agresiones, afirman que es algo generalizado en toda la red, pero en el metro
se concentran más en el centro, mientras que en Renfe, donde más problemas
encuentran es en las paradas del sur de Madrid. “Por no hablar de las
custodias, donde se guardan los trenes, ahí estamos completamente solos toda la
noche. Si te dan un palo, o te caes por las escaleras, hasta por la mañana que
va el relevo no se entera nadie”, añade Daniel Alonso. “El día que maten a
alguien, igual se plantean ponernos algo”, reflexiona Fernández. “Que parece
que con la camisa ya podemos parar las balas”.