lunes, 18 de abril de 2016

El atunero del pánico

CRÓNICA
El atunero del pánico
Encerrados en la habitación del pánico, los tripulantes del 'Txori Gorri' se creían víctimas de un asalto pirata a 90 millas de las Seychelles

No podían imaginar que Juanjo, 'el Legía', había cogido su fusil y matado de tres tiros a su jefe de seguridad en el barco

Fuente: elmundo.es - ANDROS LOZANO - 17/04/2016

La tarde discurría en calma a bordo del Txori Gorri (pájaro rojo) hasta que el eco de un fortísimo estruendo resonó en mitad del Índico, a 90 millas de Puerto Victoria, capital de las islas Seychelles. Los más veteranos de la tripulación del atunero vasco pensaron que se trataba de un nuevo ataque pirata, como aquel que ya vivieron hace siete años.

Pero no. El autor del disparo había sido Juan José Vera, el segurataal que algunos apodaban, siempre a sus espaldas y con recelo, el Legía. Lo que nadie imaginaba era que había matado a su jefe, el ex marine Juan Manuel Marchante.

Al instante vendrían dos tiros más, a bocajarro, para rematarlo. Comenzaban asídos horas de terror a bordo del pesquero. En esos 120 minutos, el asesino acabaría quitándose la vida también.

Todo comienza a eso de las dos de la tarde del pasado sábado (hora española; dos horas más en las Seychelles). "Corred, corred", gritan los tripulantes cuando escuchan tan próxima la primera detonación. Se sienten temerosos ante la llegada de los inexistentes piratas. A bordo del Txori Gorri van una treintena de pescadores y los tres miembros del equipo de seguridad contratados por el armador, Inpesca, con sede en Bermeo (Vizcaya).

Ante una situación tan confusa, algunos de los marineros se cobijan donde pueden. En cualquier recodo, en cualquier camarote. Todo escondite sirve. Pero la mayoría de la tripulación logra adentrarse en la habitación del pánico. Se trata de un pasadizo o ciudadela a prueba de balas ubicada en la zona baja del barco -de 98 metros de eslora- y que lo recorre de proa a popa. Allí tienen agua y víveres.

En aquella trinchera, cerrada a cal y canto y con gruesos portones de acero, los marineros tienen acceso a la sala de máquinas y comunicación con el puesto de mando y el exterior de la embarcación. Además, nadie de fuera puede acceder a ella si sus ocupantes no quieren ya que sólo se puede abrir desde dentro. La estancia sólo se usa en situaciones de emergencia, como cuando hay intentos de secuestros. No es el caso, aunque muchos lo creen. El miedo recorre cada poro de los pescadores escondidos y el barco queda a la deriva.
Afuera, el cuerpo sin vida de Juan Manuel se postra sobre un charco de sangre. Su asesino le ha disparado con un arma larga -su fusil de asalto- cuando éste, tras ascender por una escalerilla, lo tiene enfrente.

Uno. Dos. Tres tiros. La muerte del jefe del equipo de seguridad del Txori Gorri se produce al instante. De nada le sirvió alertar por mail hasta en "tres o cuatro" ocasiones de la peligrosidad de su compañero a la empresa Seguribérica, para la que ambos trabajaban, según le contó a su familia.

Mientras, el tercer vigilante de seguridad -cuya identidad se desconoce- se encuentra en estado de shock. Ha sido testigo de la muerte de su jefe y teme que aquello acabe en carnicería. Más si cabe cuando se percata de que antes de matar a Juan Manuel, Juanjo ha manipulado sus armas y las ha vaciado de munición.

Juanjo, con nervios, el rostro sudoroso y siempre armado, acude a la sala del barco donde se encuentra el teléfono satélite que utilizan la tripulación y el equipo de seguridad para contactar con sus allegados. Marca un número de teléfono (probablemente, un familiar) y advierte a su interlocutor de lo que acaba de hacer. "He matado a Juan Manuel", le dice. Todo apunta a que una discusión entre ambosen los días previos movió a Juanjo a matar a su superior.

Cuando cuelga, la persona que hay al otro lado del teléfono llama a la Policía, que activa un protocolo de seguridad pensando que se trata de un intento de secuestro con rehenes y muertos. Raudo, un mediador se dispone a contactar de nuevo con elTxori Gorri. Pero ya da igual. Juanjo se ha pegado un tiro en uno de los camarotes del barco al poco del colgar. El Legía se ha suicidado.

Poco a poco, los tripulantes que no han podido acceder a la habitación del pánico se dan cuenta de que Juanjo se ha quitado la vida. En el barco se corre la voz de que las dos horas de terror han terminado. Muerto Juanjo, los portones de la trincheravuelven a abrirse. El riesgo ha pasado. Al cabo de unas horas la tripulación y los dos cadáveres desembarcan en Puerto Victoria.

Juan Manuel, la víctima, era un experto en su trabajo. Gaditano de 41 años, había estado destacado durante ocho años como infante de Marina en el Tercio de la Armada en San Fernando, su pueblo natal. Allí aprendió técnicas de guerra, el uso de armas... Pero abandonó el Ejército en busca de un mejor salario. Lo hizo en 2004. No fue una decisión sencilla: era su verdadera vocación.

Luego trabajó en dispositivos de seguridad de grandes conciertos y en giras de cantantes. También como vigilante en supermercados o en campos de fútbol, como el del Betis, donde siempre que podía colaba a algún amigo. Incluso se empleó como camionero durante seis años.

"No le temía a nada", nos dirán en su familia. "Era un currante nato".

Juan Manuel trabajó en la cooperativa de transportes de El Cuervo, un pueblo de Sevilla. Para ir al trabajo, cada mañana recorría los 60 kilómetros que distan entre ambas localidades. Entre sus compañeros caló hondo: "Era un tío especial. De ese tipo de gente que uno conoce una vez en su vida", cuenta su tocayo Juanma Durán, también transportista y con el que mantuvo amistad hasta su muerte. Aunque se veían poco, el WhastApp los mantenía unidos. "Nunca se enfadó ni se encaró con nadie".

Ahora hacía ya casi tres años que Juan Manuel se había bajado del camión para subirse a bordo de un atunero como miembro del equipo de seguridad de los barcos que faenan en las peligrosas aguas del Índico y que bañan la costa este del continente africano. Una zona, la conocida como el Cuerno de África, de miles de kilómetros de litoral donde reinan los piratas -principalmente, frente a Somalia, un país sin Estado real-. España permitió la entrada de la seguridad privada y el uso de armas de guerra a bordo de los barcos españoles en el Índico tras el incidente delAlakrana. En octubre 2009, la tripulación de este pesquero estuvo secuestrada por bucaneros durante 47 días. El Gobierno de Zapatero pagó un rescate de 4,2 millones de euros.

La última navegación de Juan Manuel, a la que el sábado pasado puso fin a balazossu compañero, era la quinta.

En el Txori Gorri, dada su experiencia y preparación -había obtenido en Madrid la placa de vigilante de seguridad y tenía licencia de armas-,
Juan Manuel era el jefe del equipo que había de velar por la seguridad de la tripulación. Bajo su mando tenía a otros dos hombres: uno de ellos acabaría resultando su asesino; el otro aún permanece impactado tras ser testigo directo de la inolvidable situación de pánico.

Desde que empezó a trabajar como vigilante de seguridad para Seguribérica en los pesqueros, intercalaba cuatro meses en alta mar con dos en tierra. Cuando volvía a casa, disfrutaba cada segundo que podía junto a su mujer, Beatriz, y sus dos hijos, de seis y nueve años.

"Os echo mucho en falta cuando estoy en la mar", les solía decir.
Mientras se encontraba faenando, sólo pisaba puerto dos días cada uno o dos meses. Por eso siempre repetía a sus amigos y a la familia: "Hay que estar muy bien del coco para aguantar este trabajo. Uno lo que ve es sólo mar a su alrededor". Así lo rememora a Crónica su hermano pequeño, José María, cuyo rostro es una copia joven de la de Juan Manuel. La poblada barba que ambos lucían en los últimos meses acentúa su parecido.

El chico cuenta que en esta última navegación su hermano había pasado seis meses enrolado en el Txori Gorri. Lo hizo por un notable motivo: quería asistir a la comunión del mayor de sus hijos, que se habría celebrado este fin de semana pero que, finalmente, quedó anulada. "Si se hubiera bajado hace dos meses, ahora estaría vivo".

Un "loco conflictivo"
Parte de la familia de Juan Manuel asimila su pérdida reunida en la casa de sus padres. Manuela, su hermana -eran cuatro hermanos en total, dos mujeres y dos hombres- es quien, junto a José María, atiende al periodista en el comedor del número 32 de la calle Santa Teresa de Jesús en San Fernando. Se trata de una vivienda de una sola altura, en cuya blanca fachada hay un azulejo de una virgen. Aquí sólo viven la madre del marine y el menor de los hermanos. El padre murió hace 11 años. Estas paredes vieron crecer al hombre muerto a balazos.

Con un laberinto de venas sonrosadas en los ojos, aunque conteniendo el llanto, Manuela se lamenta. "Mañana [por este pasado miércoles] debería haber vuelto", dice encerrando un pañuelo de papel en su puño derecho. "Pero un loco conflictivo se lo ha llevado".

Ese loco del que habla Manuela es Juan José Vera Carillo, un ex paracaidista de la Legión que pasó por el Ejército hace dos décadas. A primeros de diciembre de 2015 realizó el curso de protección marítima que Seguribérica imparte en Madrid con "prácticas antipiratería" y con "entrenamientos con fuego real", según refleja la web de la empresa. A los pocos días de conseguir el título se subió a bordo del atunero vasco en uno de sus atraques en puerto para el descanso de la tripulación.

Sin embargo, varios de sus compañeros en aquel curso aseguran que "se condensó en diez horas y en dos tardes lo que se debía hacer en 40 horas". También afirman que ninguno de los participantes se sometió a un test psicológico ni de drogas y que tampoco se entrenaron en el uso de las armas.

Un experto del sector de la seguridad en este tipo de pesqueros explica que la reducción de las exigencias en el sistema de selección de personal y las rebajas salariales han provocado una merma en la profesionalidad de los vigilantes.

Ante la nula o escasa presencia actual de piratas en la zona del Índico a la que suelen acudir los atuneros, los armadores exigen una bajada de precios a las empresas de seguridad que contratan. Éstas, a su vez, reducen gastos pagando salarios inferiores a los de hace cinco o seis años. Un mes después del suceso delAlakrana, los sueldos de los miembros de seguridad que subían a bordo de los atuneros rondaban los 4.500 euros de sueldo. Ahora se les está pagando poco más de 2.000.

"Este tío está tocado de la cabeza", le llegó a decir por teléfono Juan Manuel a su mujer. "El otro día se puso a disparar a otros pesqueros. Cuando se lo recriminé, me dijo: 'Me aburro. He venido aquí a matar piratas".

De la conducta indisciplinada y agresiva de Juanjo también dio parte a Seguribérica vía correo electrónico. Tras la muerte de Juan Manuel, la empresa sólo ha difundido un comunicado y se ha negado a responder a cualquier cuestión.

"Lo lógico habría sido desembarcar al agresor. ¿Por qué no se hizo? -se pregunta el experto en seguridad-. Puede que por ahorrarse los billetes de avión y el despido del empleado...".

Un gasto que podría haber ahorrado una vida. O dos.